Dios ayudó al “Abad Cúbit”​​ a encontrar los magníficos números primos

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La plica partió el verano de 2015 desde la abadía de San Michele de la Chiusa. Bruno envió una historia de 50 líneas impresas en una hoja de papel blanco. Los números primos crecen como las malas hierbas”; ese fue el título de la narración con la que el Abad Cúbit participó en el IV Concurso de Cuentos Cortos organizado por la editorial Vita Brevis.

La historia pasó frente a los ojos de clérigos y seglares quienes en Maxstadt, Lorraine, Francia, presentían que estaban frente a una gran historia; que no podía comprender. El relato abordaba la historia de un abad quien había encontrado poderosas conexiones con Dios; sobre una retícula donde escribía gigantescos números naturales en notación científica.

Aloysius John, uno de los religiosos en misión de curaduría del certamen, colocó al cuento de Bruno en el escritorio de los tres jurados con la siguiente anotación: “Es una fascinante historia sobre los números primos; la lucha por hallarlos y la laboriosidad que se encuentra en la fe. Es una batalla de un joven autista, un abad italiano que se transforma en una computadora cuántica”.

El sobre secreto se abrió. El nombre de Bruno junto al de otros treinta escritores relució sobre la mesa. Solo serían seleccionadas 22 narraciones. La obra más ponderada fue la de Alejandro Sanz Peinado: El puticlub, o por lo menos así lo sentía Pablo J. Ginés, quien prologó el libro “El Hilo Invisible”, el compendio de las historias ganadoras del certamen. El cuento de Bruno quedó engavetado.

Tras conocerse la noticia, Aloysius John, el vigoroso curador indio graduado de la Universidad de Madrás, no podía sacar de su cabeza un episodio del cuento de Bruno que en forma de letanía se le presentaba: “En la casilla 10 mil 223 por 2 elevado a la potencia 31172165 más 1, Dios se presentó para decir que ya no tendría sentido temerle al fuego y como muestra de su amor le regalaría el poder de encontrarlo en la retícula del suelo, como el que distingue a lo lejos la mala hierba con solo echar una mirada a un prado hermoso”.

Una historia que viajó lejos

Los misterios son al catolicismo como la luna se debe al sol. Pocos guardan el hilo histórico del cómo llego el relato de Bruno a la Pontificia Accademia delle Scienze en la Santa Sede.

En el edificio de la Casina Pío IV, en medio de los Jardines Vaticanos, fue cautelosamente examinada la narración. Eran los albores de 2016 cuando “la cifra” sorprendió al Dipartimento di Matemática. La curiosidad no estaba basada en la posibilidad de que el número tuviese o no primalidad, sino en el hecho de que un religioso pudiera tener acceso a ellos a través de una experiencia mística.

La particular bassa voce con la que se manejan ciertos asuntos en la ciudad-Estado, no fue suficiente para impedir que a las puertas de Comisión Pontificia llegaran solicitudes para encuentros de alto nivel con representantes de la Central Intelligence Agency, la Bundesnachrichtendienst, el Servicio Secreto de Inteligencia MI6 del Reino Unido, caballeros del israelí -ha Mossad le-u Modiin-le-Tafkidim Myukhadim, Mossad, e incluso los sigilos directivos de la MSS de China.

La brillante labor de cancillería diseñada en la ciudad de San Pedro que creó un andamio para endosar a la literatura la responsabilidad; no sedó en forma alguna a las mentes de los previsores, que ofrecían en todo cordial listas de escritores de distintas épocas que narraron eventos científicos en líneas temporales asincrónicas.

El tema de la preocupación llegó a la vista del Papa; quien recibió una carta escrita en correcto español por el rector del Massachusetts Institute of Technology. Mr. Rafael Reif, quien explicó al Príncipe de la Iglesia que el sistema criptográfico de clave pública conocido como RSA, patentado por el prestigioso centro educativo de Boston, estaba en peligro, de ser ciertas las habilidades de un “religioso italiano que en los ambientes de inteligencia se menciona con el nombre del Abad Cúbit”.

Mr. Reif escribió al Pontífice, que si hay verosimilitud en la confesión dada en oración en un tramo del relato, donde el abad agradece al Altísimo por ayudarlo “a contar a su imagen y semejanza”, el religioso no solo es un sujeto de interés académico, sino que sería un blanco universal, porque toda la red de encriptación mundial está basada en el modelo RSA, “un sofisticado proceso de mensajería que usa a los números primos, unos extraños números naturales que ya requieren de computadoras cuánticas para hallarlos”.

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Dos interesantes hitos

El tráfico epistolar y la monitorización constante de los sistemas de encriptación sacaron por un tiempo a la ansiedad del juego. Sin embargo un asunto inesperado angustió a la seguridad mundial. Tras seis años de trabajo, y apoyados por un ejército de computistas y máquinas, el grupo PrimeGrid obtuvo el número primo más grande conocido en la historia y asombrosamente era 10 mil 223 por 2 elevado a la potencia 31172165 más 1, el mismo que Dios le había dictado al Abad Cúbit en el relato, quien además recibió la gracia de encontrarlos con una sola mirada.

El trabajo de los lobistas fue exponencial en las instancias Vaticanas. Todos deseaban hacer contacto con el Abad Cúbit, interrogarlo, someterlo a pruebas, evaluarlo. Una teoría conspirativa apuntaba a herederos de la Santa Alianza que se habían hecho cargo del caso.

Las dudas, las intrigas y los puentes de comunicación se mantuvieron con tránsito libre hasta el primer mes de 2018; cuando por causas escuetamente explicadas, un incendio arrasó con la Sacra di San Michele, la abadía de San Michele de la Chiusa; lugar donde se decía estaba el gran claustro donde el Abad Bruno escribió la historia de los número primos donde Dios habló. Las sospechas de que fuese un micro relato autobiográfico siempre estuvieron presentes.

El templo era un edificio corpulento erigido al pie de una montaña y; curiosamente las autoridades reportaron que tres monjes rosmitianos, los únicos que vivían en el  monasterio; fueron evacuados del lugar tras el siniestro.

Una extraña fotografía

Recientemente según datos atribuidos al Ministry of State Security (MSS) de Pekín, hay una foto circulando en los servicios secretos del G-7; vinculada a la publicación de una información que advierte que un ordenador cuántico puede romper la encriptación RSA de 2048 bits en 8 horas.

Estos datos tienen de cabeza a gobiernos y fuerzas militares de grandes naciones, que sienten que sus grandes secretos pudieran ser desencriptados con el uso de la computación cuántica. Los métodos modernos de encriptación están diseñados específicamente para que su decodificación lleve tanto tiempo que sean prácticamente irrompibles.

Pero Craig Gidney de Google en Santa Bárbara y Martin Ekerå del KTH Royal Institute of Technology en Estocolmo, Suecia, han encontrado una manera más eficiente para que las computadoras cuánticas realicen los cálculos de desciframiento de códigos, reduciendo los recursos que requieren por órdenes de magnitud.

En consecuencia, estas máquinas están mucho más cerca de la realidad de lo que nadie sospechaba. El resultado será una lectura incómoda para los gobiernos, las organizaciones militares y de seguridad, los bancos y cualquier otra persona que necesite proteger los datos durante 25 años o más.

No obstante lo que mantiene nerviosos a los previsores de las grandes agencias, es una curiosa fotografía donde se aprecia a los dos científicos en un paraje de Estocolmo, en la que cerca de ellos; como parado junto a la persona que capta la imagen, se nota en el cristal del fondo el reflejo de un religioso con un particular hábito, como el que usaría el Abad Cúbit, de ser cierta que su historia sea cierta.

 

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